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César Gabriel Figueroa Serrano

PÓLVORA Y CENIZAS FORMACIÓN Y LITERATURA DESDE EL ENFOQUE DE VARGAS LLOSA

Hace casi veinte años, Mario Vargas Llosa publicó el libro de Cartas a un joven Novelista (Editorial Planeta-Ariel,1997), texto que desde su título tiene ya una conexión con los procesos formativos desde esa tradición arquetípica del maestro que introduce en saberes no formales al aprendiz. Esa lógica en la que el deseoso por aprender se acerca al experto para dialogar, explorar, manifestar dudas, pedir consejo, cobijarse, aprender. Ruta de iniciación que puede considerarse uno de los múltiples rostros que adquiere la didáctica.



Estas formas de la didáctica involucran una reflexión sobre niveles de conciencia y acercamiento a la realidad que permite un enfoque formativo amplio. El libro está integrado por doce textos presentados en el diálogo epistolar. Particularmente me centro en seis de ellos que tienen un vínculo más específico con aspectos que pueden conectarse con lo didáctico-pedagógico: Nivel de la Realidad, las Mudas, la Caja China, el Dato Escondido, Vasos Comunicantes, la Experiencia.


Si se parte de la carta sobre el Nivel de la Realidad, se puede visualizar una perspectiva global a la idea que acá se quiere reflexionar. En ella se pueden plantear formas de conocimiento y de reflexión. Si bien Vargas Llosa lo trabaja para la novela, también puede ser un eje formativo medular.


Al privilegiar planos y niveles de realidad, los escritores develan lo desconocido o lo poco mencionado, dice Vargas Llosa. Con ello, una de las funciones esenciales de la literatura es la de aumentar nuestra visión de la realidad. Ciertos escritores amplían nuestra visión de lo humano -enfatiza el Nobel latinoamericano-, no sólo en lo cuantitativo, sino cualitativamente. Enriquecen nuestro intelecto y sensibilidad para poder identificar “dentro del vértigo infinito que es la realidad, planos o niveles –los mecanismos de la memoria, el absurdo, el discurrir de la conciencia, las sutilezas de las emociones y percepciones- que antes ignorábamos o sobre los que teníamos una idea insuficiente o estereotipada”(Vargas,1997:98).


En un sentido formativo, ésta parece ser una tarea medular. Aun siendo ficciones, lo que se devela es una perspectiva ampliada de la realidad que vivimos. En un horizonte de aprendizaje, resulta necesario visualizar y reflexionar considerando una relación con esa alteridad amplia. Más allá de la distinción entre lo real y lo fantástico (o imaginario), la verdad develada por la literatura puede implicar una forma de acercamiento con el mundo no desde el acotamiento, sino desde la intención del diálogo.


Bajo esa perspectiva de los horizontes ampliados, otro aspecto medular que se toca en las epístolas es cuando se habla de Las Mudas, saltos cualitativos. Son tránsitos que experimenta la narración, todas las alteraciones experimentadas en tiempo, espacio o nivel de la realidad, dice el autor de La ciudad y los perros. Esos tránsitos dan una perspectiva variada, esférica, diversa, totalizadora. Las Mudas, dice Vargas Llosa, provocan cataclismos ontológicos como saltos cualitativos. Rasgan coordenadas del mundo real, “le añaden una dimensión nueva, un orden secreto y maravilloso que no obedece a las leyes racionales y físicas sino a unas fuerzas oscuras innatas…”(Vargas,1997:108). Por ejemplo, en un aprendizaje reflexivo y autoreflexivo de un plano “realista” a uno imaginario.


La formación a veces se da a partir de eso que Vargas denomina Mudas, e incluso más allá: desde la formación se busca generarlas. Pueden ser graduales o totales, pero ante todo involucran una movilidad de pensamiento y sensibilidad. Así, por ejemplo, Vargas Llosa destaca la narrativa de Julio Cortázar, para quien las mudas (graduales o súbitas) tenían el sentido de lo que los surrealistas llamaban lo maravilloso-cotidiano: cómo lo fantástico se incrusta en lo real de manera dócil y hasta aparentemente lógica. En la formación puede involucrar el desarrollo de una observación crítica y atenta, capaz de encontrar esas vueltas de tuerca, presentes tanto en diversos fenómenos sociales como en la individualidad. Asimismo, implica también la capacidad creativa e imaginativa para visualizar la cotidianeidad desde otros ángulos a veces pocas ocasiones explorados o desatendidos por la vorágine de la rutina.


Otro recurso sustancial tiene que ver con la Caja China, que implica una historia que dentro de sí tiene una historia y ésta otra historia…En otras palabras, es una historia subordinada a una anterior. Efecto creativo, que tiene consecuencias significativas (como el misterio, la ambigüedad, la complejidad) y que aparece como necesaria. Una característica es la subordinación a una historia matriz. La Caja China como un recurso didáctico podría resultar interesante, ya que implica el enlazar distintas temáticas desde una lógica intertextual en la cual puede haber un núcleo que nos permita vincular aspectos, datos, autores o hechos aparentemente disímiles en relación con un tema expuesto o trabajado en clase.


De igual manera ocurre al involucrar al Dato Escondido y Vasos Comunicantes. Sobre el primer tema, Vargas Llosa señala que éste se refiere a información que intencionadamente se calla para que, con inferencias y conjeturas, la llene el lector. Es, dicho de otro modo, un narrar por omisión. Como ejemplo las novelas de suspenso que pueden visualizarse como Datos Escondidos en hipérbaton: son temporalmente ocultados, pero, paulatinamente, o al final, se dan, se develan. Con ello se busca un efecto narrativo deseado. Didácticamente hablando, esa expectativa puede ser un recurso para involucrar el pensamiento inferencial y creativo del estudiante: que vaya generando un proceso cognitivo, desde la abducción, que permita visualizar algunas posibilidades.


Vasos comunicantes también involucra a la inferencialidad. Es definida como el intercambio de vivencias entre dos o más planos. “Hay vasos comunicantes cuando la unidad es algo más que la suma de las partes integradas en un episodio” (Vargas,1997:139). Involucran contrapuntos y contrastes. Planos distintos que, en su conexión, generan una fusión de nuevas realidades. Se señala que es un punto inferencial, pues en torno a lo educativo, puede implicar procesos reflexivos entre, por ejemplo, sucesos ocurridos hace muchos años pero que, al conectarlos con la realidad actual, pueden permitir una reflexión y visualización sobre paralelismos en los que resaltan, entre las posibles temáticas, la relación de los sujetos con sus contextos y, a partir de ello, la resolución de conflictivas, procesos creativos, historia de las ideas.


El autor de La fiesta del Chivo también puntualiza a la Experiencia como un ingrediente sustancial, raíz de todas las historias, la nombra. En el caso de la novela, habla de los temas que al escritor se le van imponiendo, esa especie de inquietud interna que trasciende las modas o ciertas tendencias a veces impuestas por lógicas como las del mercado. La búsqueda es ante todo de la autenticidad: aceptar los propios demonios, y servirlos en la medida de sus fuerzas. Para ser creador, un transformador de la realidad, Vargas Llosa plantea escribir alentado desde el propio ser desde los propios fantasmas.


Entre los muchos aspectos que se pueden mencionar, uno de los ángulos a observar que conecta de manera sustancial con el anterior planteamiento tiene que ver con la didáctica de la investigación. Quizá en pocas áreas se explote y se confronten esas modas y tendencias académicas. Naturalmente, escuchar a esos demonios, dialogar con esos fantasmas, requiere también un proceso formativo para darles un cauce y generar un proceso investigativo que pueda ser fecundo.


Sobre la experiencia, Vargas Llosa también considera que se debe tener cuidado entre la relación que ésta tiene con la producción narrativa. Puede ser un punto de partida pero no el punto de llegada, nos dice. Ello debido a que la narración es esencialmente creación, no descripción o recreación. Aunque, en un sentido formativo, quizá aquí sí se pueda plantear un punto opuesto con el autor de Pantaleón y las Visitadoras: el aspecto formativo puede partir de la realidad y también –de hecho recomendablemente- repercutir y terminar en ella. A diferencia de la novela, aquí sí puede ser, incluso es esencial que lo sea, un punto de llegada. La formación como trasformación de sujetos y también, en ocasiones, del entorno.


Para ir cerrando estos comentarios, vale la pena al menos tocar algunos puntos sobre la vocación. Al hablar de ella, los consejos del autor parten de no confundirla con el relumbrón y los beneficios económicos. La recompensa es en sí misma la vocación y la práctica. Dedicarse a lo que se desea. Vargas enfatiza la escritura como lo mejor que podría pasar -“escribir significa la mejor manera posible de vivir”-, pero lo mismo aplica para cualquier actividad que se realiza desde la pasionalidad. “Creo que sólo quien entra en la literatura como entra en la religión, dispuesto a dedicar a esa vocación, su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor” (Vargas,1997:18). Escenario y deseo complementado por los años de disciplina y perseverancia.


En síntesis, si bien la comunicación que entabla Vargas Llosa con el hipotético joven aprendiz de escritor se centra en la elaboración de la novela, hay una conexión posible con el aspecto formativo pues ante todo el gran eje tiene que ver con la imaginación y la creación. Involucra también los límites de la interacción entre docente y estudiante. Como señala el nobel peruano: nadie puede enseñar a otro a crear. A lo más a escribir y leer. “El resto, se lo enseña uno a sí mismo tropezando, cayéndose y levantándose, sin cesar” (Vargas,1997:150). En los procesos educativos ocurren aspectos semejantes. Más que nada en principio pareciera que al docente le toca contribuir a visualizar o construir horizontes. Es al estudiante a quien le toca recorrer esas veredas.

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